Los Vigilantes del Más Allá. Antología de detectives de lo sobrenatural.
32,00 €
Estado: Como Nuevo
Páginas: 219
Encuadernación: Tapa blanda
Allí donde Sherlock Holmes, Sam Spade, Hércules Poirot o Philip Marlowe no pueden llegar, llegan ellos, los detectives de lo oculto, los cazadores de fantasmas. Es el caso de Harry Dickson, Carnacki, Jules de Grandin, John Silence y todo el resto de nuestros camaradas humanos que vigilan las fronteras del más allá para impedir que se cuele entre nosotros algún intruso indeseado.
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En pleno apogeo del espiritismo, el ocultismo y las sociedades teosóficas, pero también del psicoanálisis, la dactilografía, la microbiología y muchas otras nuevas ciencias, surgen, como producto neto de ese cruce de caminos finisecular, los detectives de lo oculto, los cazadores de fantasmas, En parte de las entrañas del género literario más frío y materialista: el policiaco, que todo lo explica, reduciendo el misterio a una ecuación matemática -la novela problema- o a una lección de sociología -la novela negra-; pero se introducen en el universo de lo sobrenatural, lo fantástico, lo fantacientífico y lo imposible, como una prolongación necesaria de sus colegas criminalistas, con permiso especial para actuar en una jurisdicción de lo invisible. Allí donde Sherlock Holmes, Sam Spade, Hércules Poirot o Philip Marlowe no pueden llegar, llegan ellos.
Es el caso de Harry Dickson, Carnacki, Jules de Grandin, John Silence y todo el resto de nuestros camaradas humanos que vigilan las fronteras del más allá para impedir que se cuele entre nosotros algún intruso indeseado. Les ha tocado la tarea más difícil: enfrentarse a bandidos metafísicos, a navajeros del Más Allá. Por cierto, ¿no sería acaso Jack el Destripador un fantasma? ¡Así se explicarían tantas cosas! En el fondo, hay algo de tranquilizador en creer que el Mal está administrado por un ángel caído y que nos hostigan criaturas infernales surgidas de ultratumba. Así desviamos la vista de lo más escalofriante, de la irremediable vulgaridad de los peores delitos, que brotan, rutinarios y atroces, del fango que tenemos dentro de nosotros. Ningún demonio nos presta atención, ni siquiera para servirnos de coartada... Volvamos pues, es más grato y divertido, a la amistosa camaradería de los espectros y de quienes nos protegen o vengan de ellos. De todos modos, como le dice John Silence a uno de sus afligidos clientes: "puede que usted no tenga la menor idea de lo que es posible una vez que se ha atravesado el estrecho abismo dispuesto misericordiosamente entre usted y el Más Allá. Gracias a mis estudios y preparación he conseguido traspasar los límites de los viajes ortodoxos y he realizado experimentos de los que apenas podría hablarle en un lenguaje que le resultara inteligible".